miércoles, 12 de septiembre de 2007

Acariciando fantasmas

En previas entradas vimos cómo amputar o generar miembros fantasma, para acabar esta serie propongo que los acariciemos. En teoría, no debiera poderse tocar un pie que ya no existe, un pie que ha sido amputado, pero no olvidado. Podemos aceptar que Lord Nelson sintiese todavía como suyo un brazo perdido en Santa Cruz de Tenerife, pero ¿cómo vamos a rozar físicamente el recuerdo de un pié que ya no existe? De nuevo será, V. S. Ramachandran, el director del Instituto del cerebro y la cognición de la Universidad de California, quien nos guíe en este viaje a nuestro propio cerebro. En el camino, además, conoceremos a Penfield, un hombrecillo que habita en nuestras cabezas y daremos cuenta de orgasmos sentidos con los pies.



California, años 90 del siglo XX, un paciente, con los ojos vendados y sin brazo izquierdo, está siendo tocado por el doctor Ramachandran en distintas partes de su cuerpo. Al tocarle su hombro, responde, está tocandome el hombro, al tocar la barriga, me presiona usted la barriga doctor. Hasta aquí nada extraño, pero cuando le rozan su labio superior, oh, doctor, me hace cosquillas en mi pulgar fantasma. ¿Qué tienen que ver los labios con los pulgares? ¿Por qué este paciente siente que le tocan un dedo que ya no tiene cuando le acarician los labios? Para poder desentrañar el misterio hay que hacer primero un viaje a la corteza de nuestro cerebro.


Concretamente debemos dirigirnos al gyrus postcentral. Para hacernos una idea de dónde está esta región nada maś sencillo que proveerse de un rotulador de punta gruesa y trazar una línea desde la punta de una oreja a la otra. Es aquí donde el cerebro organiza las señales que le llegan desde la piel. Cuando algo nos toca el hombro, un grupo de neuronas de esta zona se enciende para indicarlo. De hecho, no es necesario que alguien nos toque el hombro para que lo sintamos, simplemente hay que estimular el punto exacto del cerebro.


El descubridor de esta región fue Wilder Penfield, un neurocirujano canadiense que realizó numerosas operaciones con el cerebro abierto y anestesia local, similares a las que vimos en el caso de las presencias amenazantes. Al estimular distintos puntos de la corteza con una punta eléctrica los pacientes relataban estar siendo tocados en distintas partes de su cuerpo, en la cara, la lengua, los pies o las rodillas. Penfield se dio cuenta de que distintas áreas del cerebro representaban distintas partes del cuerpo. La representación de la boca y la lengua está cerca nuestras orejas reales y al ir subiendo por la cabeza nos encontramos con las manos, el tronco, el pie y los genitales. Al dibujar los brazos, las piernas y el resto de partes del cuerpo sobre las regiones que los cartografiaban en el cerebro apareció un pequeño ser humano recostado sobre la superficie de nuestro cerebro. A este individuo se le denominó homúnculo de Penfield y constituye es una representación topológicamente, más o menos correcta, de nuestro cuerpo.


En este mapa, la representación de la cara está junto a la de la mano, por eso el paciente sentía que le tocaban los dedos al acariciarle los labios. En este momento veo a una parte de los lectores señalándome con sus dedos acusadores por haber dicho una estupidez. Todo el mundo lleva un pequeño señor acostado entre sus orejas con las manos cerca de los labios, pero no por ello sentimos que nos han besado los labios cuando sólo nos besaron la mano. Es cierto, no lo hacemos, pero hay que recordar que el paciente no tenía brazo y, por lo tanto, las señales eléctricas que debían circular desde el brazo a la representación del miembro en la cabeza faltaban. Cuando una región cerebral deja de alimentarse de las señales que normalmente le llegan tiende a ser invadida por las señales de las regiones vecinas. De modo que, al tocar los labios del paciente una señal sale disparada hacia el cerebro y una vez allí además de activar la región que inerva normalmente, actúa también en la zona vecina, la correspondiente a la mano fantasma, haciendo sentir al individuo que le han rozado la mano, cuando sólo su labio ha sido estimulado.


Ramachandran cuenta que al poner hielo en la cara del paciente el dedo gordo fantasma se le enfriaba y que al dejar que una gota de agua se pasease por sus labios el paciente descubrió alarmado que la gota le subía por el brazo, desafiando la ley de la gravedad.



En el estupendo Fantasmas en el cerebro el investigador relata la llamada telefónica de un avergonzado ingeniero de Arkansas. ¿Doctor? ¿Sí?. He leído en el periódico acerca de su trabajo y me preguntaba si podía hacerle una consulta. ¿Cómo no, adelante? Hace unos meses perdí una pierna por debajo de la rodilla y ahora cada vez que realizo el acto sexual siento cosas en mi pie. No se preocupe, en el cerebro los mapas que representan los pies y los genitales están muy próximos y puede que a causa de sus accidente las señales que se originan en los genitales acaben en el mapa cerebral de los pies. Sí todo eso está muy bien, pero usted no lo entiende, ahora siento los orgasmos también a lo largo de todo el pie y son enormes

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Joer impresionante! Insisto, haces que enteder cosas tan complicadas sea cosa de niños. Y muyu buena la anecdota final, jajaja!