jueves, 12 de julio de 2007

La agricultura, evolución y civilización

Acostumbramos pensar en los frutos brindados por la agricultura como naturales, tenemos la vaga idea de que siempre han estado ahí para alimentarnos. Pero la realidad es no es tan sencilla, los tomates, las lechugas y prácticamente todas las demás especies utilizadas en la agricultura y la ganadería no son naturales. Son el fruto de una revolución biotecnológica ocurrida hace 10000 años que posibilitó la civilización tal y como la conocemos hoy en día. Estas tecnologías que consiguieron, entre otras cosas, multiplicar por 100 el número de granos de una panocha de maíz o eliminar las semillas de los plántanos, generaron fuentes de comida suficientes como para fundar ciudades y crear imperios.


Puede que tengamos la idea inocente de que los animales y las plantas que utilizamos han estado ahí siempre, que son inmutables, que los tomates siempre han sido grandes como puños o que los granos del maíz nunca se han desprendido de las mazorcas sin ayuda humana, pero no es así. Las características que nos interesan como agricultores suelen ser perjudiciales en la naturaleza. Está muy bien que los plátanos no tengan semillas, siempre que no seas un platanero que quiere reproducirse. El proceso de domesticación ha consistido en seleccionar generación tras generación los individuos con características deseables. Así se han conseguido nuevas especies adaptadas a nuestros deseos y necesidades y alejadas del ambiente natural y no modificado por el hombre del que partieron hace mucho tiempo. Otro ejemplo paradigmático del proceso lo podemos obsevar en los perros actuales obtenidos tras 15000 años de selección a partir de los lobos. Esta evolución de nuevas especies se basa en la selección artificial y es muy similar a la selección natural que mueve la evolución de las especies.


Los primeros signos arqueológicos de agricultura datan de hace 23000 años, pero lo que se cultivaba no eran las variedades ya domesticadas sino las propias plantas silvestres. Se tardó mucho tiempo en que se diese una domesticación real, con cambios evidentes en los frutos. El primer ejemplo conocido data de hace 10500 años. En esta época hubo una explosión agrícola en todo el planeta y numerosas especies fueron domesticadas en diversos lugares como por ejemplo trigo en el Próximo Oriente, maíz en centro América, calabacín en Sudamérica y arroz en China. Y en esta época no sólo crecieron las plantas, nuevas ciudades surguieron como los hongos.


Pero, ¿qué ocurrió en ese momento? ¿Fue casualidad que en todo el mundo hubiese una revolución agrícola? Al parecer el detonante fue el cambio climático que acabó con la última época glaciar. La mejora de las condiciones climáticas permitió el cultivo de unos suelos que ya no estaban helados y sería la mayor producción de alimentos propicidada por esta revolución la que permitiría el comienzo de la historia y la civilización humana.


Las especies no son inmutables pero se requiere un tiempo largo para que cambién y por eso nos parece que siempre hayan estado ahí. Fue una biotecnología antigua, la selección artificial, la que propició la agricultura y la que ha cambiado la faz de la Tierra poblándola con plantas y animales que sin los seres humanos no existirían. Debemos la civilización a esta revolución tecnológica y al clima que la hizo posible. Varios artículos en los que se discuten nuevas investigaciones sobre estos asuntos se pueden encontrar en un número de Junio de la revista Science.

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