jueves, 26 de julio de 2007

Súper Ratón, la hormiga atómica y demás descerebrados



¿Un ratón que se enfrenta a los gatos abiertamente? ¿Una hormiga que quiere llegar al cielo? Puede que cuando niños nos los presentasen como héroes, pero si lo pensamos seriamente no tendremos más remedio que admitir que los pobres estaban un poco chiflados. Admito a pesar de todo siento una punzada de nostalgia y culpa acusándolos de no estar en sus cabales, pero debo rendirme a la evidencia, una ratón que desafía a un gato no es un ratón que valore su pellejo. En su descargo, eso sí, reconozco que la culpa no es suya sino de dos malignos y microscópicos demonios llamados Dicrocoelium lanceolatum y Toxoplasma gondii.



Revisemos primero el caso de la Hormiga atómica. Su maldición, D. lanceolatum, es un gusano parasitario, una duela, con un complejo ciclo vital en el que parasita sucesivamente cabras y ovejas, caracoles y hormigas. Si empezamos el viaje en el interior de la oveja y lo primero que hace el gusanito es salir de su huésped utilizando una cápsula caliente y confortable, las heces. Claro está el confort hay que evaluarlo desde el punto de vista de un gusano parasitario. Una vez en el suelo simplemente espera a que aparezca un despistado caracol y se lo coma. Tras sufrir una metamorfosis en el interior del caracol, este lo excreta y el bicho acaba en el suelo en forma de una bola mucosa.


El problema que se le plantea al gusano es cómo ir del suelo a la boca de las ovejas y las cabras para volver a iniciar el suelo. Una opción habría sido desarrollar patas y saltar hasta caer en la boca de una oveja aburrida y despistada. Pero no queriendo traicionar su condición de gusano creando unas patas decidió una estrategia mucho más despiadada, introducirse en una hormiga, ir a su sistema nervioso y convertirla en una hormiga atómica deseosa de alcanzar el cielo. De modo que, una vez que la hormiga se come la bola mucosa, recubierta de atractivas feromonas, en la que se encontraba el parásito se encuentra con un gusano que se arrastra trabajosamente por su interior hasta llegar a un ganglio nervioso situado cerca del esófago. Es en ese momento cuando el gusano convierte a nuestra humilde hormiga en amante de las alturas y la incita a subirse a lo más alto de una hierba. Una vez ahí la hormiga se aferra a la punta de la hoja más alta con sus mandíbulas y espera a que una oveja se la coma junto al resto de la hierba. El dichoso D. lanceolatum es lo suficientemente maquiavélico como para suspender este comportamiento durante las horas más cálidas porque si su huésped muriese deshidratada él moriría con ella. Así que cuando pega el Sol el gusano deja que la hormiga abandone su atalaya y baje a refrescarse en la sombra. Eso sí, cuando el calor se amortigua algo en las entrañas le dirá a la hormiga que se ponga unas mayas y un casco e intente volar saltando desde lo alto de la hierba más alta.




El caso de Super Ratón es similar. El culpable en esta ocasión es Toxoplasma gondii un protozoo parásito que vive en los gatos y que utiliza a los ratones en parte de su ciclo vital. De nuevo el parásito abandona al huésped, en este caso al gato, utilizando las heces. Cuando un ratón o una persona come hierbas que no han sido convenientemente lavadas, lo cual los ratones tienen la mala costumbre de hacer habitualmente, ingieren al parásito. Una vez dentro del ratón T. gondii explota la mejor estrategia de vuelta al interior del gato, crear un Súper Ratón temerario. Este ratón convencido de que a él no le puede pasar nada porque es fuerte como un hombre de acero acabará rápidamente en el estómago de un nuevo gato y este gato quedará infectado por el parásito repitiendo el ciclo una vez más.


Ya hemos comentado que T. gondii también infecta a los seres humanos. En nosotros además de ser el responsable de una enfermedad bastante seria, la toxoplamosis tiene efectos más sutiles. La infección con este parásito se ha relacionado con un aumento en la tasa de nacimiento de niños, elevando la probabilidad de tener un niño desde 0.51 a 0.65. Al parecer en los humanos también es capaz de alterar el comportamiento. Se ha visto una correlación entre las infecciones latentes de Toxoplasma y los comportamientos de riesgo, los sentimientos de inseguridad y el neuroticismo. Estas relaciones entre la infección y el comportamiento humano todavía están siendo investigadas y no hay suficientes datos como para estar seguros de que este bichito pueda alterar nuestra conducta, pero la próxima vez que vea a alguien hacer puenting me preguntaré quién está saltando realmente.

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